Uno de los temas recurrentes que aparece en los padres que vienen a consulta es ¿Cómo le pongo límites a mi hijo? Es decir, cómo regulo su conducta para que deje de ser problemática. Seguido de ésta pregunta, surge el » ya lo he intentado todo». Los padres llegan con un alto nivel de estrés y en búsqueda de soluciones urgentes.
Pues bien, me gustaría comenzar introduciendo la necesidad de poner límites y normas en el niño, que va más allá de la búsqueda de estabilidad en la familia.
Una de las razones para poner límites es la regulación del mundo del niño. La autorregulación se va adquiriendo con los años, pero es fundamental el papel de los padres para conseguirla.
Pongamos la analogía donde un niño va en una bicicleta bajando una cuesta, es divertido, tiene el viento sobre su cara, la velocidad produce adrenalina pero su bicicleta no tiene frenos lo cual no preocupa al niño ya que él solo quiere disfrutar del paseo. Los padres son los encargados de poner frenos, ya que son capaces de prevenir que sucederá si no se los incorporamos a su bicicleta. Frenos, que seguramente corten la diversión pero son necesarios para evitar que el niño se haga daño. Es por ello que el título de esta entrada es ¡Qué alguien me pare! Ellos no pueden regular su conducta por si solos, necesitan en un principio de nuestra ayuda. De esta manera y con el tiempo se incorporará la norma y serán ellos los que consigan la buscada autorregulación.
Una vez entendida la necesidad de la norma para el niño, debemos contestar a la pregunta de cómo hacerlo. Existen miles de métodos que regulan la conducta, pero la base debe estar centrada en un aspecto que considero fundamental. Se trata de limitar el acto no al niño, es decir, podemos definir dónde, cuándo y cómo debe comportarse pero nunca lo que debe sentir, el niño debe saber que lo que siente es genuino aunque debamos limitar la forma de expresarlo.